He vivido mas de un año eterno,
afanoso y, a veces, deprimente
desde que atravesé el mayor espejismo
que se me presentó en el desierto salmantino: la universidad.
Y todavía me atormentan las pesadillas
obligándome a pasar horas sentada
escuchando reproches y mentiras
despreciando mi pacto de rebeldía.

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