Decía que me quería
y ni si quiera me conocía,
me llamaba novia
siendo para él la otra.
Y aún así yo iba donde me llevara
como un fantasma sin permiso para asustar,
condenada, sencillamente, a la invisibilidad.
Menos mal que no le amé
pero me sentía tan sola
que odiando a la pobre soledad,
a veces, llegué a quererlo.
No voy a mentir:
te deseo lo peor
porque lo necesitas.
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